miércoles, 23 de noviembre de 2011

El caos en el orden

«Flaubert, Balzac, Stendhal, no, no, no, no quiero saber nada del realismo francés. Góngora, Quevedo... tampoco, nada de poesia barroca.»

La habitación estaba llena de libros, esperando a que fueran hojeados por alguién para mostrar las historias que llevaban dentro, escritas hace años. Los libros estaban perfectamente ordenados por tiempo y corrientes literarias. En aquellas baldas centenarias se encontraban los realistas por un lado, en otro los renacentistas... No era difícil encontrar el libro que se tenia en mente; lo importante era eso, elegirlo. La habitación albergaba un escritorio en el centro. Ahí estaba el punto de caos, dentro del orden que se respiraba en la sala. Hojas emborronadas, lapiceros medio gastados, el tintero a un lado y tres libros abiertos cubrian el escritorio, haciendolo invisible.

«¡Esto no puede ser, llevo meses sin escribir, los libros ya no me dicen nada!» pensaba Antonio. «Meses sin mandar nada a la revista... ¡Ay mi mujer! La pobre se mata a trabajar para poder comer, ¿y yo qué? Ando vagando por las calles buscando la inspiración. Vuelvo a mi rincón, leo, pero nada, no hay nada que me haga escribir. Sí, disfruto leyendo, pero no saco nada más que el mero disfrute.»

El butacón espera a su dueño con el libro elegido para acomodarlo mientras lee, pero hoy parece que no será así. El dueño anda perdido entre los libros, mirando al escritorio, entre el orden y el caos.



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